Creo que la mayoría de las personas nos sentimos abrumadas cuando prendemos la televisión y vemos tragedias.
Entramos a twitter y vemos cómo la gente se tira mala vibra y se enfrasca en discusiones muchas de ellas sin sentido.
Y aclaro, muchas de ellas, porque en las redes sociales se encuentran joyas pedagógicas que nos permiten abrir los ojos frente al mundo.
Pero volviendo al tema de la mala vibra hay algo que me lleva dando vueltas en la cabeza desde hace días.
Desde cuando confundimos libertad de opinión con la capacidad de criticar y destruir el esfuerzo que hacen las personas por emprender y desarrollar negocios.
Todo el mundo tiene el derecho a equivocarse. Y a veces mal interpretamos los errores y los volvemos personales.
Para quien tiene negocio sabe lo difícil que es lidiar todos los días con procesos y con seres humanos. Súmele a ese escenario la prisa o el estrés y se encontrará con un escenario ideal para el error.
Estamos en un momento complejo. No sabemos lo que está viviendo cada ser humano.
Creo que antes de juzgar debemos ser más empáticos. Asumo que los patanes seguirán existiendo… pero evidentemente venimos de un par de años donde muchas personas han tenido que adaptarse a una nueva realidad y sobrevivir.
Por eso, antes de publicar una crítica pública y usar las redes sociales para amplificarla, pongámonos en el lugar del otro.
A veces es mejor llamar a la persona que lo atendió mal y decirle no me gustó tu atención por esta razón o por esta otra. Si tiene una queja con el restaurante pida hablar con el administrador y ponga su queja en privado.
No sólo estará siendo empático, sino también, contribuyendo a que ese negocio aprenda de las opiniones de sus clientes y aplique los correctivos necesarios para mejorar. Y negocio que escucha a sus clientes siempre será respetado y recomendado.