Dovi Eisenman

La libertad te otorga derechos, pero también deberes

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Hace días tenía una buena discusión -sí, las discusiones con altura de miras, argumentos y respeto, siempre dejarán cosas buenas- sobre lo que está pasando con las libertades  en el país. 

Por motivos de pandemia nos tocó ceder varias en función de las medidas necesarias para el conocimiento y contención del virus en el país. Todos entendimos, dada la magnitud y el alcance de lo que estaba pasando, que era necesario. 

Y en medio de esta recuperación, de la vacunación masiva y de la ‘normalización’ aún seguimos con ciertas medidas que nos restringen la libertad y que, cuando nos informamos sobre situaciones irregulares que pasan en diversas zonas, nos generan ansiedad y sobre todo rabia. 

Con toda la razón las personas cuestionan ¿Por qué ellos sí y yo no? ¿Qué derechos tienen ellos sobre mi o qué los hace superiores? Creo que todos en algún momento nos hemos cuestionado esto con la angustia y y mala vibra que seguramente nos generó. 

Ahora me gustaría hacer una reflexión sobre la libertad.

Así como te otorga derechos también te genera responsabilidades. Y en estos tiempos de ‘seguridad sanitaria’, debemos ser más responsables que nunca. Por nosotros, por nuestro entorno cercano y por el laboral. 

Estar vacunados no implica que estás totalmente inmune a contraer el virus. Decidir no vacunarse no te pone como ciudadano de segunda clase. Al final, para uno o para otro, está el mismo escenario: cuidarse para cuidar al resto. Es un compromiso humano, personal y social. 

Y aunque a veces nos gustaría que todo esto pasara, debemos entender que tenemos que aprender a convivir con el virus. A que vacunado o no, yo me puedo transformar en un propagador sin siquiera saber que lo estoy haciendo. Y que una mala decisión, puede que no me afecte a mi, pero si a alguien de mi familia e incluso de mi trabajo. 

El virus ataca donde sea (especialmente en contextos donde la transmisión masiva es más fácil) y por lo mismo es necesario estar bien protegido si vas a estar expuesto a una concentración de gente. Un buen ejemplo puede ser el metro. Los usuarios de este transporte público están conscientes de las medidas personales (que exige también el metro para utilizar el servicio) y las cumplen. ¿Por qué no pueden hacer lo mismo las personas que van a comer o a rumbear? No podemos ceder un poco nuestra vanidad para poder ser armónicos y tratar de no afectar a otros. 

La responsabilidad colectiva parte por la individual.

Y parte por preguntarse siempre, ¿mis decisiones van a afectar (potencialmente) a mi entorno?

A mayor cantidad de personas desconocidas mayor probabilidad de contagio. Y no importa si estás vacunado o no. Si ya tuviste el virus o no. 

Muchas personas han sabido de historias de amigos o conocidos que sufrieron la enfermedad y, probablemente, la pérdida de un ser querido. Historias hay por montones. Unas más conmovedoras que otras. Lo cierto es que no esperes a vivir tu propia historia para tomar conciencia. 

Hay una muy buena campaña que nació de una iniciativa ciudadana que dice que “El virus lo paras tú”.

Necesitamos comprometernos. Y así  el virus lo paramos entre todos. Tan sólo falta un poquito más de conciencia para que podamos retomar la vida con ‘normalidad’.

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