Hace poco conversábamos con unos amigos sobre la vida. De cómo a medida que crecemos nos vamos poniendo más selectivos en la forma como lo utilizamos. Que lo que antes hacíamos sin pensar hoy reflexionamos un poco más antes de decidir qué hacer.
¿Alguna vez han dedicado ‘tiempo’ a reflexionar sobre el tiempo?
Más allá del valor que le damos a una hora hombre o de lo que podemos hacer en 60 minutos de nuestro tiempo.
Debo reconocer que tras la partida de mi papá me metí un poco más de cabeza a lo habitual.
Y no desde la perspectiva de la gestión, sino desde la emoción, a dejar de verlo como el espacio cronológico donde pasan las cosas.
Nos hemos vuelto tan automatizados que a veces nos damos poco espacio para darnos cuenta que el tiempo es finito y que todos tenemos una fecha de inicio y una de fin.
Si hoy te dijeran que tu fecha de fin es en 100 días, ¿qué harías? Seguramente aprovechar la vida a su máximo esplendor.
Es lo que no hemos sabido darnos cuenta.
La vida hay que vivirla como si fuera el último día.
Abrazar como si no hubiera mañana.
Besar a tus hijos como si fuera la última noche que los vas a ver.
Llamar a tus amigos a decirles que los quieres y que los quieres ver.
Las rutinas nos están quitando nuestra humanidad. Pensamos que nuestra vida es producir y nos olvidamos de disfrutar.
Dejamos de pasar tiempo con lo verdaderamente importante y posponemos cosas pensando en que siempre tendremos tiempo para hacerlas.
Los griegos tenían dos conceptos para referirse al tiempo (en realidad son tres) Cronos y Kairos. El primero habla del tiempo como lo entendemos hoy. El tiempo cronológico y secuencial. En cambio Kairos es el momento indeterminado donde las cosas pasan. Mientras Cronos es cuantitativo, Kairos es cualitativo.
En Kairos está aquello que nos permite disfrutar.
Es el lugar donde entendemos que se puede ser eficiente para pasar más tiempo con la gente que quiero.
Que no está mal tomarse un día administrativo para sorprender a los niños y llevarlos al parque.
O para almorzar con tus padres. O simplemente para recoger a tu esposa e ir juntos a recoger a los niños al colegio.
¿Que a veces sentimos que estamos desequilibrados?
La respuesta está en el tiempo. En las prioridades. En aquello que es realmente relevante a tu vida. Aquello que le da sentido.
Si realmente nos enfocáramos en lo importante (incluido el trabajo) nos daríamos cuenta que la calidad de vida mejora superlativamente. Si en vez de pasar horas en redes sociales nos focalizaramos en ser más eficientes en lo que hacemos seguro tendríamos tiempo para hacer todo lo que quieres y mucho más.
Y ser eficiente no quiere decir comenzar y terminar todo al mismo tiempo.
Tiene que ver con entender muy bien las prioridades. Saber qué es lo urgente y pensar mejor aquello que está bajo mi responsabilidad.
Es complementarse con mi equipo de trabajo y respetarlo.
Respetar el rol de cada uno y sus propios tiempos.
Así es como se afinan los grandes equipos.
Así es como se genera confianza y se logran mejores resultados.
Esta es mi invitación a repensar el tiempo.
A llenarlo de vida y especialmente, de momentos felices.
Para que el día de mañana puedas mirar atrás sabiendo que viviste como quisiste.